martes, 4 de octubre de 2011

MUERTE EN EL BANCO DEL PARQUE

Ella está sentada ante la mesa tomando una taza de té, en sus manos su teléfono móvil observándolo cada segundo, como si esperara ansiosamente la llamada de alguien. De repente suena y desesperadamente contesta. Quiero estar sola, no quiero ver a nadie, ni hablar con nadie. Al otro lado de la línea el hombre en silencio va dando vueltas a su taza de café. Mira la taza intentando buscar una huella de irrealidad en el líquido negro. Una sombra de tristeza se dibuja en su mirada, un ramalazo de angustia le oprime la garganta. No quiere dar crédito a las palabras que aún golpean en sus oídos. Era cierto. Había sucedido. Ella estaba diciendo la verdad. Le estaba diciendo que todo había terminado. Y algo dentro del le decía que  esta vez era para siempre. El hombre, triste vuelve los ojos  rojos ante el golpe del destino que lo golpea en el alma. Con la mirada perdida, sus ojos fijos sin pestañear; como estando a punto de llorar. El hombre triste  cabizbajo reflexionando en lo que le ha sucedido… Triste y solitario y sin alivio se pierde entre los árboles del parque. Del cielo cae la lluvia sobre su pena negra, se sienta en el banco que tantos recuerdos le trae. La lluvia va mojando su dolor, la mirada perdida en algún punto a miles de años luz. La desesperación, la tristeza y el dolor, van consumiendo su vida. Agotado exhausto y debilitado, deja su mente volar mientras su vida lentamente se apaga. La amaba y la había perdido y en su mente transcurrió en un segundo toda su historia. La lluvia había cesado dando paso a un rayo de sol, en la rama del árbol un pájaro cantaba.  Él ya no estaba en su pequeño universo de sueños, su alma se había disipado de su lado

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