domingo, 9 de octubre de 2011

EL VIEJO ÁRBOL

A menudo acostumbro a ir al solitario parque, y ahí está el árbol sin nombre. Un árbol frondoso y gallardo del que nunca antes me había percatado. Se alza ahí junto al viejo banco…inmóvil, paciente, mirando a ninguna parte, moviendo sus  ramas cubiertas de hojas; orgulloso y altivo, meciendo su esplendor, desafiando al aire y al ambiente. El viento mece sus ramas inquietantes y parecen cobrar formas asombrosas y bellas. El árbol está ahí, delante de mí, tan viejo como el mundo, tan hermoso como un ángel y a la vez tan siniestro  como un profundo y oscuro subterráneo...En las noches que paso ante él; en la oscuridad creo percibir que me observa con su silueta altiva y sus hojas agitadas por el insistente viento. Hoy llevo horas mirándolo, cautivado y desvelado por su misteriosa belleza. Viejo árbol en el parque, abrigo de esperanzas para algunos, destejiendo recuerdos para otros. Los años en él han dejado su huella. Pero ahora, el horizonte está incompleto, bajo sus ramas hay un banco vacío, ya no puede dar la protección de su sombra, ni ofrecer la fuerza de su madurez, a esa pareja de enamorados que en las tardes de domingo encendían su amor bajo sus hojas verdes que miraban al cielo. Hoy el árbol y el banco están tristes, no pueden encontrar el espacio donde ellos se adoraron, las gotas de lluvia caen sobre las hojas de sus ramas recias y ruedan como lágrimas derramadas sobre el banco. Los recuerdos de unos enamorados, quedan atrapados en los fantasmas de su savia. Se siente  atrapado como un tronco caído que se enamoró de la belleza de un rostro y de los ojos del amor.  Soportó lluvias, nevadas y heladas, veranos calurosos, otoños e inviernos. Pero hoy no puede soportar ver el banco vacío sin ellos y no poder protegerlos con su sombra

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