sábado, 8 de octubre de 2011

¿PORQUÉ SIGO BUSCÁNDOLA EN EL ESPEJO?

Despierto me sorprende el alba y en el horizonte me espera el ocaso.  Camino sin rumbo fijo pretendiendo aparentar que no me pasa nada, camino siguiendo al sol, porque he perdido la brújula desde que tú me has desplazado. Camino llevando en mi bolsillo ese puñado de lágrimas, mi única compañía en esta eterna mañana. Camino por ese parque ahora lleno de vida y verde.  Me detengo  junto a ese banco que me trae tantos recuerdos. Con las lágrimas a cuestas me siento preguntándole al viento si la  ha visto en el cielo. El sol me persigue y me abrasa,  pero yo no le percibo, porque en el banco  su  recuerdo está  conmigo. Su ligera imagen en mi mente, no se quiere morir; la voz del recuerdo grita y la nombra,  mi corazón moribundo no puede imaginarme sin ella en mi mundo. Sigo deambulando por las calles sin saber a dónde ir, ¿Hacia dónde dirijo mis pasos? ¿A dónde se encaminaron sus huellas? En mi mente van  y vienen las memorias, las vivencias me golpean, su recuerdo se desborda. Sigo dándole vueltas a la vida, pensando y analizando ¿Qué nos pasó? ¿Dónde estuvo el error? De vuelta a casa sigo sin encontrar una salida, el teléfono enmudecido, mi alma angustiada por su olvido, las ganas perdidas de comer; son el presagio de que llegó el final. Me observo en el espejo, solo veo fragilidad y mi mirada vacía con lágrimas de cristal, intento comprender que me pasa; ¡¡me encuentro tan cansado!! La angustia me mata. Me miro en el espejo, aturdido;  no veo más que este rostro angustiado, perpetuamente consumido por el llanto. Y me espanto de mi mismo al verme reducido a ésta máscara de eterno espíritu apenado. Me miro al espejo;  mis ojos ya no brillan, las lágrimas los opacan. ¿Qué ha sucedido conmigo? ¿Por qué sigo buscándola en el espejo? Pobre tonto dice mi reflejo en el espejo;  pobre tonto que soñó con la ilusión de su mirada furtiva. Pobre tonto congelado y sin aliento, incapaz de llamarla y decirla: amor mío ¡¡Cuanto te amo!! Cuantos minutos  perdidos, cuantas horas nos arrastrarán al olvido por una absurda y tonta vanidad. Trato de escribir en la penumbra su nombre. Trato de escribir que la amo. Trato de decir a oscuras que estoy loco, lleno de ella, enamorado. Iluminado, ciego, apasionado. Derramándome en el aire digo su nombre en el silencio de la tarde, lo grita mi corazón amordazado. Repito su nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente. Pero ya no estoy seguro si habrá un nuevo amanecer.

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